Eduardo Punset, jurista, escritor, economista, político y divulgador científico, falleció ayer miércoles 22 de mayo de 2019 a la edad de 82 años. El polifacético catalán había tratado prácticamente de todos los campos del arte, la cultura y la ciencia humanos, tanto de palabra como por escrito. Entre los temas de su interés se encontró, también la arquitectura. En recuerdo de su persona y como homenaje a su trabajo, desde ARQUITEKNUM queremos hoy recoger sus ideas y aplicarlas a nuestro campo. Y nos parece que el mejor modo de hacerlo es reproducir aquí el artículo “Arquitectura para la felicidad” del Profesor y Arquitecto Luis de Garrido.

Arquitectura para la felicidad

En busca de la felicidad

Alcanzar la felicidad parece ser el objetivo más importante de todos los humanos, aunque no sepan muy bien lo que es, ni cómo conseguirla.

De forma generalizada, se puede decir que la felicidad es un estado de ánimo que se produce en los humanos en ausencia de miedo, y cuando creen haber alcanzado una meta deseada. Este estado de ánimo proporciona paz interior y una visión positiva de la realidad, al mismo tiempo que invita a conquistar nuevas metas. Por tanto, la felicidad puede definirse inicialmente como un estado interno de tranquilidad, satisfacción y alegría.

No obstante, cada humano tiene unas necesidades diferentes, y por tanto, metas diferentes, por lo que es muy difícil establecer un paradigma general para conseguir la felicidad.

Componentes de la felicidad

Para lograr la felicidad, se debe establecer una estrategia equilibrada y holística frente a la vida, y para ello se hace necesario identificar sus componentes básicos.

Del mismo modo, y por extrapolación, estas componentes son indispensables para establecer un nuevo paradigma arquitectónico capaz de fomentar y amplificar la felicidad de los ocupantes de los edificios.

De entre todas las referencias consultadas, sin duda la más legítima es el libro de Eduardo Punset, “El viaje a la felicidad”. En dicho libro se hace un análisis científico muy riguroso sobre la felicidad, y como resultado se identifican sus componentes básicos, así como los componentes reductores y amplificadores de la misma.

  1. Factores reductores: Imposibilidad de desaprender, Memoria grupal, Intentar hacer lo que se hace solo, Miedo continuado.

Estos factores muestran la importancia de desaprender los postulados arquitectónicos que podrían haber sido de utilidad en otro tiempo, pero que en la actualidad no lo son. Sin la capacidad de desaprender lo aprendido, difícilmente se puede establecer un nuevo paradigma en arquitectura.

Por otro lado, los edificios construidos a la luz de este nuevo paradigma deben retroalimentar el proceso y deben estimular a sus ocupantes, y a los profesionales de la arquitectura, la capacidad de evaluar continuamente cualquier predicado cultural, y derribar cualquier tipo de inercia cultural.

Del mismo modo, se debe tener en cuenta que aunque los avances tecnológicos se pueden aceptar al instante, y aunque los cambios sociales asociados se puedan aceptar en pocos años, los cambios culturales suelen tardar generaciones en asimilarse. Por ello, se debe estimular una aceleración máxima en los cambios culturales que permitan el fomento de una arquitectura capaz de estimular la felicidad de sus ocupantes.

Por otro lado, y dado que la felicidad es la ausencia de miedo, los edificios deben eliminar el miedo a sus ocupantes. Deben eliminar el miedo a no poder pagarlo (bajo precio), deben eliminar el miedo a que funcionen mal (mínima cantidad de tecnología y robusta, mínimo mantenimiento), deben eliminar el miedo al vandalismo (sensación de seguridad), el miedo a la falta de identidad (sensación de intimidad), el miedo a la enfermedad (materiales sanos, ventilación) y el miedo al hastío y al aburrimiento (diseño que permita varias lecturas del edificio, arquitectura emocional, arquitectura no monótona).

  1. Factores reductores hereditarios: Mutaciones lesivas, Desgaste y envejecimiento, Poder político degradado, Estrés imaginado.

Desde el punto de vista arquitectónico los principales actores que pueden reducir la felicidad de los ocupantes de los edificios son el desgaste de los componentes, las averías, los elementos perjudiciales para la salud humana y las miles de preocupaciones y temores habituales que los humanos asocian a los edificios. Por ello los edificios deben estar construidos con materiales saludables y componentes robustos capaces de eliminar la posibilidad de estrés imaginado de sus ocupantes.

  1. Factores significativos de la felicidad: Atención al detalle, Disfrute de la búsqueda, Relaciones personales.

Desde un punto de vista arquitectónico las conclusiones son muy claras. Los edificios deben invitar a sus ocupantes a una continua exploración de todos sus espacios. Por ello los edificios deben tener un diseño tal que, incluso con el paso del tiempo, puedan sorprender a sus ocupantes, y deben percibirse de forma diferente según la posición y el punto de vista de sus ocupantes. Lo importante no es el resultado final de los edificios, sino la oportunidad que puedan proporcionar de recorrer todos sus espacios, descubrir todas sus sorpresas y de emocionar a sus ocupantes.

Por otro lado, y aunque tengan un diseño sencillo y con una estructura fácilmente asimilable, los edificios deben evidenciar que todos sus detalles han sido estudiados, y han sido resueltos, con el máximo cuidado y dedicación. El usuario debe advertir que cualquier aspecto del edifico tiene una razón de ser, y que el conjunto de todos los detalles del edificio tiene como objetivo garantizar su bienestar y su felicidad.

Por último, los edificios deben estimular las relaciones personales y sociales en todos sus componentes. Los edificios deben disponer espacios diseñados según parámetros intrínsecos humanos, y al mismo tiempo deben estimular las relaciones humanas, las relaciones afectivas, y el intercambio creativo de ideas.

  1. Factores amplificadores: Emoción.

Este es el factor más importante, con diferencia. La emoción puede amplificar exponencialmente al resto de los factores involucrados para que la arquitectura pueda ser capaz de proporcionar felicidad.

Sin emoción no hay arquitectura.

Arquitectura para la Felicidad

Si es cierto que somos lo que comemos, también es cierto que somos lo que habitamos. Y de hecho tendemos a rodearnos de todo aquello que nos proporciona felicidad. Una felicidad que siempre va a depender de la idea que tengamos de nosotros mismos, y por tanto de la capacidad de unir lo que es, con lo que debería ser, y eso se refleja en los objetos con los que nos rodeamos. Por otro lado, hay que tener en cuenta que los humanos pasamos más del 90% de nuestro tiempo en espacios cerrados, por lo que sintamos y pensemos en estos espacios, será lo que condicione nuestros objetivos vitales.

Es por tanto de vital importancia establecer un paradigma en arquitectura que sea capaz de fomentar nuestra felicidad.

Este nuevo paradigma debe adaptarse a cualquier entorno social y cultural, por lo que en cada uno de ellos tendrá unos parámetros ligeramente diferentes. Sin embargo, y en base a todo lo expuesto, se puede identificar un conjunto de parámetros comunes a cualquier entorno, y que son imprescindibles para fomentar la felicidad.

Teniendo en cuenta todos estos parámetros se pueden proyectar edificios que sean capaces de actuar a modo de cajas de resonancia, capaces de estimular y amplificar la felicidad de sus ocupantes.

1. Equilibrio Térmico

El ser humano tiene una importante capacidad de autorregulación térmica, y por ello puede sobrevivir en entornos muy fríos, y en entornos muy cálidos. El cuerpo humano altera su actividad fisiológica para enfrentarse al frio (reduce la velocidad del flujo sanguíneo y lo espesa, traslada al interior del cuerpo los vasos sanguíneos más superficiales, estimula una actividad física automática, induce a la mayor ingesta de alimentos, diluye con mayor facilidad las reservas energéticas del cuerpo, …), y para enfrentarse al calor (acelera y fluidifica el flujo sanguíneo, traslada a la superficie de la piel los vasos sanguíneos, estimula el reposo, ralentiza la actividad fisiológica y metabólica, fomenta la sudoración para estimular la evaporación y bajar la temperatura corporal,…). De este modo, por ejemplo, el humano puede sobrevivir en un entorno de 50ºC, protegiendo su cerebro que muere de forma automática si su temperatura alcanza los 41ºC.

No obstante, a pesar de esta capacidad de adaptación, y aunque el humano pueda sobrevivir, en entornos térmicos extremos, el cuerpo envía un conjunto de señales al cerebro que se interpretan cono dolor. Por ello, el ser humano solo siente confort, y por tanto felicidad, en un determinado rango de humedad y temperatura. De este modo, la mayoría de los humanos sienten frio con una temperatura inferior a 20ºC, y sienten calor con una temperatura superior a 28ºC. Además no sienten confort con una humedad inferior al 30% o superior al 85%.

Pocos lugares del planeta Tierra son capaces de ofrecer un entorno higrotérmico similar todos los días del año. Por ello, el humano debe construir hábitats capaces de ampliar el rango de confort higrotérmico natural, por medio de sus características intrínsecas (inercia térmica, aislamiento, ventilación, transpirabilidad), o por medio de estrategias especializadas (diseño avanzado, orientación adecuada, tipología conveniente, soluciones constructivas, estrategias bioclimáticas…).

2. Variación térmica estacional

Nuestro sistema social y económico actual ha fomentado que nos alejemos cada vez más de los ciclos vitales de la Naturaleza. Y entre otras muchas cosas ha fomentado que veamos los ciclos térmicos estacionales como un enemigo, en lugar de la realidad del ecosistema natural en el cual hemos evolucionado. Es cierto que el ecosistema natural puede ofrecer condiciones cambiantes que dificulte la vida del ser humano. Y es cierto que el ser humano tiene una inteligencia que le ha permitido desarrollar una tecnología capaz de protegerse de las condiciones naturales más desfavorables ofrecidas por el ecosistema natural. Pero una cosa es protegerse de estas condiciones desfavorables, y otra cosa es aislarse de los ciclos vitales de la Naturaleza.

Salimos de nuestras casas -con aire acondicionado-, para subirnos a un coche -con aire acondicionado-, ir al trabajo -con aire acondicionado-, comer en un restaurante -con aire acondicionado-, e ir al cine -con aire acondicionado- …. Total, llegamos por la noche a casa –con aire acondicionado- sin saber qué día ha hecho, por lo que debemos ver los noticieros de televisión para saberlo. Este hecho ilustra el elevado nivel de estupidez del colectivo humano.

Este modo de vida ridículo pasa factura, y es responsable de buena parte de nuestro malestar térmico continuado, ya que cada vez toleramos menos las variaciones térmicas naturales, por lo que cada vez más nos volvemos más vulnerables e irritables, dañando seriamente nuestra felicidad. Por otro lado, este irreal estilo de vida nos hace completamente dependientes de la tecnología y del enorme consumo energético asociado.

La solución, como no podía ser de otra forma, consiste en crear hábitats con un diseño especial que nos mantenga dentro de la zona de confort higrotérmico, pero que nos permita sentir las variaciones térmicas de la Naturaleza. Y todo ello sin consumo energético asociado. La solución pasa por el diseño bioclimático de la arquitectura, en cualquier rincón del planeta.

Una arquitectura bioclimática nos mantiene frescos en los periodos cálidos (sin necesidad de aparatos de aire acondicionado), sin dañar nuestra salud, y nos mantiene calientes en los periodos o entornos fríos (sin apenas necesidad de artefactos calefactores y sin apenas consumo energético), de un modo natural, y al menor coste económico posible. Y de forma complementaria, una arquitectura bioclimática nos permite sentir con sutileza las variaciones climáticas naturales, y nos permite vivir en armonía con la Naturaleza.

3. Iluminación natural

La iluminación natural es realmente beneficiosa para nuestra salud y nuestro bienestar, y por tanto para nuestra felicidad. De hecho, existe un enorme cuadro patológico asociado a la carencia crónica de iluminación en los humanos, tales como: Trastorno Afectivo Estacional, insomnio, estrés, fatiga crónica, mareos, ansiedad, alteraciones en el estado de ánimo, inapetencia sexual, falta de agudeza visual, falta de agudeza intelectual, etc.

Esta enorme influencia de la luz natural en realidad debería ser obvia, ya que no se debe olvidar que la vida en el planeta Tierra se gestó en base a sus propias características físicas y químicas. La vida se origino en un planeta que gira sobre sí mismo alrededor de un solo sol, en un periodo de tiempo que denominamos día. Por tanto cada día, una cara de la Tierra permanece iluminada, mientras que otra cara de la Tierra permanece a oscuras. De este modo los seres vivos evolucionaron adaptándose al ciclo circadiano natural, por lo que cuando disponían de mayor energía (durante el día) aumentaban su actividad, y cuando había menos energía (durante la noche) la reducían. Durante el día además les resultaba más fácil alimentarse y reproducirse (la presencia de luz les permitía percibir el entorno con mayor facilidad), y en cambio durante la noche se dedicaban a reponer sus funciones vitales (ya que la ausencia de luz no les permitía hacer gran cosa).

Como resultado, el humano ha desarrollado una extraña cualidad, su metabolismo ha evolucionado de tal modo que en presencia de radiación solar (de día) su propio cuerpo segrega sustancias excitantes que le anima a la vitalidad y a la actividad, en cambio, en ausencia de radiación solar (de noche) segregan sustancias que lo invitan a reducir al máximo su actividad, a reponer y regenerar sus funciones vitales, y equilibrar su actividad cerebral (se duermen). En presencia de luz el cuerpo humano genera serotonina en el cerebro (que es un estimulante natural, que favorece el bienestar y la felicidad), y en ausencia de luz, el cuerpo humano segrega melatonina (la hormona del sueño, con propiedades regenerativas).

La serotonina es un estimulante natural que nos aporta vitalidad, buen ánimo y felicidad, y aparece automáticamente en presencia de iluminación natural. Esto explica los desordenes afectivos en otoño e invierno (con menor duración y menor intensidad de radiación solar), y también el bienestar y felicidad que aporta la iluminación natural.

Por ello, todas las estancias de cualquier edificio deberían estar iluminadas de forma natural, siempre que luzca el sol. De este modo nos sentiremos más felices, en armonía con los ciclos vitales de la Naturaleza, y habremos ahorrado muchísima energía y muchísimo dinero.

4. Sencillez tecnológica y mínimo mantenimiento

Los edificios deben ofrecer a sus ocupantes las mejores condiciones de habitabilidad posible. Sin embargo, desde hace ya algunas décadas vivimos en una sociedad reduccionista, que intenta satisfacer nuestras necesidades a base de todo tipo de artefactos y medicamentos. Todo ello con la finalidad de hacernos consumir.

Por ello, los edificios, en lugar de diseñarse mejor, se atiborran de todo tipo de artefactos, con la excusa de ofrecernos una mejor calidad de vida. Como resultado, los edificios apenas son capaces de satisfacer nuestras necesidades, son más caros, y además necesitan un mantenimiento importante.

En un edificio de oficinas, en donde se genera riqueza, la ineficacia de esta ingente cantidad de artefactos se enmascara al incorporar un servicio profesional de mantenimiento, que intenta que estos artefactos funcionen.

Sin embargo, en las viviendas no existe un equipo de mantenimiento, por lo que la enorme cantidad de averías y mal funcionamiento de la cada vez mayor cantidad de artefactos que se les pretende incorporar, deterioran de forma importante el bienestar de sus ocupantes. En este sentido la tecnología se convierte en un nuevo temor de los humanos, y por tanto un obstáculo más para que logren la tan deseada felicidad.

Por ello, los edificios, y sobre todo las viviendas, deben incorporar la menor cantidad posible de artefactos, y éstos deben ser lo más robustos posible, y deben estar diseñados a prueba de fallos.

5. Materiales naturales

Si la primera condición para lograr la felicidad es que nos sintamos integrados con la Naturaleza, parece lógico pensar que nuestros edificios deban estar construidos con materiales naturales.

La utilización de materiales naturales fomenta nuestro bienestar y nuestra salud, y supone grandes ventajas medioambientales: ausencia de elementos patógenos, transpirabilidad, optimización de materiales, biodegradabilidad, disminución del consumo energético, regeneración, disminución de residuos, etc. La utilización de materiales naturales reduce al máximo los factores reductores de la felicidad (mutaciones lesivas, desgaste, estrés imaginado, miedo a la enfermedad). Sin embargo, la característica más importante es que proporciona un estado psicológico de equilibrio con la Naturaleza, que nos invita a trascender como humanos y alcanzar un estado de felicidad.

6. Diseño arquitectónico sencillo y no monótono

Una de las cosas que ha enseñado el dodecafonismo en la música es que existen parámetros intrínsecos humanos en el arte. Y uno de los dos parámetros básicos tanto en música como en arquitectura son las proporciones y la memoria.

Una composición musical o un edificio deben tener un diseño tal que puedan ser asimilables fácilmente por la mente humana, de tal modo que la percepción de una parte de una determinada composición musical, o de un edificio, permita predecir el resto.

De este modo, un edificio demasiado sencillo aburre, pero un edifico demasiado complejo causa rechazo y hastío. Causa dolor, y por tanto obstaculiza la felicidad.

Como conclusión, los edificios, al igual que las composiciones de Bach o de Mozart, deben parecer sencillos, pero en realidad deben esconder una estructura compleja, que invite a su exploración, y deben reservar sorpresas, de tal modo que nunca aburran. Del mismo modo los edificios deben percibirse de forma diferentes según el punto de vista del usuario. Todo ello proporcionará felicidad a sus ocupantes.

7. Colores adecuados

Los colores pueden afectar a nuestras emociones y a nuestro comportamiento más de lo que creemos, y además pueden afectar incluso a nuestro bienestar y a nuestra salud.

Es evidente que la visión de determinados colores y de determinadas combinaciones de colores proporciona una determinada información al cerebro que al procesarse genera ciertas respuestas emocionales, psicológicas y físicas. Estas respuestas están condicionadas por la memoria, por las experiencias previas, y sobre todo por las gamas cromáticas a las cuales nos tiene acostumbrados la Naturaleza. Por ejemplo, la contemplación de un cielo azul proporciona una respuesta determinada, que además es diferente a la que se obtendría si se observara un cielo rojo. Por otro lado, un alimento de color azul nos generaría repulsa y difícilmente lo comeríamos, ya que no hay en la naturaleza prácticamente ningún alimento de este color. En cambio un alimento de color rojizo o crema nos animaría a comerlo, lo que explica la gama cromática de los colorantes alimenticios, y el colorido de los restaurantes.

Pero además hay que tener en cuenta que colores no son ni más ni menos que una radiación electromagnética encuadrada en un determinado ancho de banda, y como tal radiación electromagnética influye en todas nuestras células de forma directa, y por tanto en las funciones básicas de nuestro organismo. Por ejemplo, la radiación electromagnética del color rojo nos transmite más energía que la radiación electromagnética del color azul. Es lo que explica que en las incubadoras de aves y ganado se utilice una iluminación roja de forma habitual. También explica la sutil capacidad bactericida del color verde.

De un modo u otro, los colores ejercen una enorme influencia sobre nuestro bienestar y sobre nuestra felicidad, por lo que deberíamos rodearnos de espacios convenientemente coloreados para tal fin. No hay que olvidar que permanecemos una gran cantidad de tiempo en el interior de espacios arquitectónicos, por tanto, su color, y el color del mobiliario nos influirán con mayor intensidad.

No hay una respuesta universal al color, y cada persona puede reaccionar de un modo ligeramente diferente, en base a sus propias experiencias y preferencias personales. Sin embargo existen ciertos invariantes generales que se deben tener muy en cuenta a la hora de realizar un correcto diseño arquitectónico. Estos invariantes proceden de las determinadas manifestaciones de color de la Naturaleza, y también de las experiencias culturales de una determinada comunidad.

Por ello, deben tenerse muy en cuenta las necesidades particulares de una determinada persona, o grupo de personas, con el fin de crear la combinación cromática adecuada, capaz de proporcionar su felicidad.

8. Sensación de seguridad e intimidad

Sin duda el periodo de mayor felicidad del ser humano es su etapa como embrión dentro del útero. De hecho las fotografías de embriones humanos sonriendo así lo demuestran, junto con las lecturas de sus constantes vitales. El embrión en el interior del útero está continuamente alimentado por medio de la placenta, en un ambiente térmico ideal, se siente seguro, protegido de la luz y del ruido, oyendo la voz de la madre y el latido de su corazón. Tras 9 meses de embarazo, las endorfinas de la madre le garantizan su felicidad. Sin embargo, el ser humano nunca volverá a ser tan feliz. Nunca se sentirá tan protegido.

La felicidad consiste básicamente en la ausencia de miedo. Por ello el ser humano desea sentirse lo más seguro y protegido posible, en cada momento de su vida, buscando un equilibrio perfecto entre su supervivencia y su deseo de ser feliz.

Esta sensación de seguridad y de protección se debe conseguir en todos los aspectos de la vida, pero sin duda, y dado la gran cantidad de tiempo que pasamos en su interior, nuestras viviendas deben proporcionarla en la mayor medida que sea posible. Por ello, debe tenerse en cuanta en el diseño de todas y cada una de las etapas de su diseño.

9. Belleza

Desde siempre se ha sospechado que existe una relación directa entre belleza y felicidad, con independencia de su capacidad de emocionar.

En general puede decirse que si la felicidad es la ausencia de temor, la belleza es la ausencia de error, y de ello se puede concluir su estrecha relación. La belleza es un argumento muy poderoso de la Naturaleza que entre otras muchas cosas colabora en la procreación de muchas especies. La belleza es una cuestión de orden y simetría, especialmente del rostro, y evidencia la calidad genética de quien la posee. La belleza es un mensaje directo para el sexo opuesto, a modo de manifestación externa, que la invita a procrear asegurándole la calidad genética de su posible prole.

Por tanto, la belleza es una cuestión de proporciones armónicas, de orden, de simetría…en definitiva un conjunto de relaciones matemáticas que regulan la forma de un determinado organismo, y que, por extensión, podrían utilizarse en la composición de cualquier objeto. Y ello no solo puede asegurar su belleza, sino también la felicidad de quien lo pueda contemplar.

Stendhal dijo que “la belleza es una promesa de felicidad”, con lo cual estableció conceptualmente una relación directa entre estos dos conceptos, aunque no proporcionó razón alguna.

Sin embargo, mucho antes, un arquitecto genial ya lo declaró de forma rotunda: “El ojo mide y compara ….. una relación simple facilita la comparación … la medida menor remite a la mayor porque es parte de ella y remite al todo … relacionar es medir; medir es un modo de poseer, de afirmar la posesión; y la posesión da placer” (L.B. Alberti).

Por tanto, habitar en un objeto bello, y estar rodeado de objetos bellos, nos puede ayudar a ser más felices.

10. Ausencia de elementos patógenos

Son muchos los productos utilizados en el sector de la construcción que son perjudiciales para la salud humana. El daño se puede producir de forma directa (debido a su manipulación y uso), o de forma indirecta (debido a las emisiones o desechos producidos al fabricar, usar, o eliminar un determinado material). Por ello, es importante establecer un listado exhaustivo de las diferentes patologías producidas por las emisiones de algunos materiales de construcción, así como las alternativas saludables a estos materiales. Todo ello con la finalidad de garantizar la salud y el bienestar humanos.

Una vez identificadas las sustancias patógenas, habría que identificar los materiales que las contienen y utilizar materiales de construcción alternativos.

11. Transpirabilidad

La acción más generalizada y más efectiva para disminuir las patologías asociadas a los edificios, sin duda, consiste en una correcta ventilación natural. Cuanto mayor sea la ventilación natural, más saludable será un determinado edificio.

Sin embargo, cuanto mayor sea la ventilación natural, mayor será el consumo energético asociado a la calefacción y a la climatización de un determinado edificio.

La única forma de garantizar una correcta ventilación, y al mismo tiempo, la mayor eficiencia energética posible, es por medio de intercambiadores de calor. Estos intercambiadores permiten que el aire que entre a un determinado edificio, se caliente (o se enfría) por el calor (o frio) que tenga el aire que salga de dicho edificio. De este modo se renueva el aire, sin perder energía.

Pues bien, el mejor sistema de ventilación por intercambio de calor posible es utilizando muros porosos en las fachadas de los edificios. De este modo, el aire exterior va entrando lentamente al interior de los edificios, adoptando su temperatura conforme va atravesando los muros. Y de forma complementaria, el aire interior va saliendo lentamente de los edificios cediendo su energía a los muros envolventes, conforme los va atravesando.

Por ello, todos los materiales empleados en la construcción de las envolventes de los edificios deben ser transpirables, permitiendo el paso del aire, pero no del agua.

12. Estimular las relaciones personales y sociales

Uno de los factores que más estimulan nuestra felicidad es la relación cordial y creativa con nuestros semejantes. Por tanto, debemos hacer lo que esté en nuestras manos para estimular estas relaciones. Por otro lado, hay que tener en cuenta que la comunidad humana está creciendo de forma exponencial y que, poco a poco, se está estableciendo una enorme red humana, compactando el planeta Tierra, con unas características propias, que transcienden a las de sus componentes individuales.

Para conseguir una relación armónica en esta red humana, y asegurar su correcto funcionamiento, el humano debe modificar su comportamiento individual, incluso su propia genética, al servicio del bien común. El ser humano debe convertirse en un ser más dócil, y con mayor capacidad de emocionarse y de convivir. De este modo, cada persona deberá limitar su potencial individual a favor del potencial de la red, y de este modo poder alcanzar un nuevo estado evolutivo.

En este sentido el diseño de las ciudades, el diseño de los barrios, el diseño de los edificios, y el diseño de las viviendas tendrán un papel fundamental en el futuro. Los edificios deben favorecer y estimular las relaciones humanas y para ello deben incorporar nuevos espacios para tal fin.

Del mismo modo, las ciudades deben reciclarse convenientemente, de tal modo que se generen nuevos tipos de espacios, más allá de lo público y de lo privado. Una nueva trama de espacios semi-públicos debe tejer los espacios actuales, y con ello debe ayudar al establecimiento de una red humana global, con un potencial conjunto que apenas hoy podemos imaginar. Una red humana que gozará, simplemente como tal, de un nivel superior de felicidad.

13. Autosuficiencia (energía, agua y alimentos)

Como se ha dicho, dos de los factores reductores de la felicidad más importantes son el Poder político degradado, y el Estrés imaginado. Precisamente dos factores que han arraigado fuertemente en nuestra sociedad actual, y que deben reducirse al máximo si deseamos lograr la felicidad. Y para ello, nada mejor que fomentar el máximo nivel de autosuficiencia de cada individuo.

En nuestra sociedad, el poder económico, en connivencia con una nueva clase política no ilustrada y sin principios, celosos por mantener su poder, están estableciendo, poco a poco, innumerables sistemas de control de la información a la que puede acceder el ciudadano. Como consecuencia de la nueva ignorancia de la sociedad y su enorme conformismo y docilidad, se han establecido diferentes polos de poder (Umberto Eco los denomina “Señores del Castillo”), en claro paralelismo con los señores feudales, por lo que puede decirse que en realidad estamos inmersos en una Nueva Edad Media.

En el pasado, después de la Edad Media, se crearon las ciudades renacentistas, y las personas se convirtieron, poco a poco, en ciudadanos libres. Siguió un floreciente Renacimiento, social y cultural, y no se tardó mucho para que se derrumbaran las murallas de forma definitiva. Del mismo modo, nuestra Nueva Edad Media debe diluirse cuanto antes, y se deben crear nuevos entornos, ahora globales y virtuales, en los que las personas evolucionen y se conviertan en nuevos ciudadanos globales libres. Y estos nuevos entornos necesitarán nuevos hábitats autosuficientes.

Hábitats autosuficientes -en agua, en energía y en alimentos- que puedan asegurar nuestra subsistencia, nuestro cobijo y nuestro bienestar; nos puedan hacer sentir libres; nos puedan permitir controlar nuestro propio destino, y nos puedan permitir transcender como humanos.

Solo de este modo venceremos el miedo y el estrés, y podremos ser verdaderamente felices.

Texto e imágenes:

Luis de Garrido
Doctor Arquitecto, Doctor Ingeniero Informático, Máster en Urbanismo
Profesor invitado del Massachusetts Institute of Technology (MIT)
Director Máster en Arquitectura Sostenible (MAS)
Director Máster en Arquitectura Bioclimática Autosuficiente (MABA)
Presidente de la Asociación Nacional para la Arquitectura Sostenible (ANAS)
Presidente de la Asociación para la Arquitectura Autosuficiente (AAA)
Presidente de la International Federation for Sustainable Architecture (IFSA)
www.luisdegarrido.com

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